martes, 22 de abril de 2014

El vendedor de poemas.

Hola de nuevo.
Ha pasado mucho tiempo y muchas cosas, algunas buenas y otras malas. Típico de la vida misma, con sus luces y sus sombras, como dice mi amiga Julia Carretero en su precioso blog: soliluna.blogspot.es.
Pero en estas maravillosas fechas de libros y de rosas, no me he podido resistir, a pesar de mi falta de tiempo (ya os diré por qué cuando llegue el momento), a contar algo que me ocurrió en el Rastro de Madrid a finales del verano pasado.
Paseaba yo por ese mercado inmenso, parándome en los puestos de muebles y objetos antiguos, intentando encontrar algún tesoro olvidado; buscando pañitos de ganchillo, teteras de cerámica en miniatura, postales de romanticismo trasnochado, figuras de madera de reyes y reinas; cuando vi que la gente se arremolinaba ante lo que yo supuse otro puestecillo como tantos y que, en realidad, resultó ser algo realmente mágico: ¡un vendedor de poemas!
Ante mis ojos asombrados, un joven escribía, ¡en una máquina de escribir!, poemas por encargo. Inmediatamente quise comprarle uno: era la mejor compra que podía hacer en todo el Rastro, poesía por encargo, ¡magia pura!



Me acerqué impresionada y le pedí un poema. --¿Sobre qué tema? --me preguntó el poeta. Y yo, que andaba en esas fechas con una cierta nostalgia por momentos pasados, por seres queridos que se han ido, por la fugacidad de la vida, le respondí: " Sobre el paso, rápido, del tiempo". Me miró brevemente y comenzó a teclear en su pequeña máquina (ya solo su sonido me devolvió a la infancia) para, haciendo honor a su publicidad, entregarme una poesía instantánea en la que supo reflejar la melancolía que yo llevaba puesta.



La leí sorprendida, confirmando una vez más mi creencia en la magia, en los prodigios cotidianos a los que casi no prestamos atención y pregunté, como en el supermercado, --¿Cuánto es?
--La voluntad -- me respondió el muchacho.
--No sé, ¿cuánto vale una poesía?
Y, como en todo mercadillo que se precie, tras ciertos regateos, más de sonrisas que de dineros, le di un billete de cinco euros a cambio de su cuartilla, de su arte y de su magia.
Una sonrisa se me prendió en la cara y me duró toda aquella mañana de domingo en la que había comprado, nada más y nada menos, un poema.




Al poco tiempo lo enmarqué, una compra tan buena lo merece, y cada vez que lo leo sonrío nuevamente: el tiempo pasa muy rápido, pero a su paso nos vuelve a traer, de nuevo, cosas bellas.
¡Feliz día del libro a todos!
¡Ah! Podéis ver la página del poeta: momentoverso.com

19 de abril de 2014 19:03